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Aceptación y emociones desagradables: cómo el acto nos invita a relacionarnos con lo que sentimos

¿Sabes esa opresión en tu pecho antes de una conversación difícil? ¿O ese frío en el vientre solo de pensar en una presentación en el trabajo? ¿Y la ira que viene cuando te sientes mal, pero no sabes qué hacer con ella?

Estas emociones desagradables son parte de la vida, y todos lo revisamos. La diferencia es cómo nos relacionamos con estas emociones. En general, el sufrimiento no solo está en presencia de estas emociones, sino en el intento constante de controlarlos, evitarlas o suprimirlas a cualquier costo.

Muchos de nuestros comportamientos de día a día son intentos de evitar sentir estas emociones desagradables. Por ejemplo, ante una presentación en el trabajo, alguien siente una intensa ansiedad y, para no enfrentar incomodidad, inventa una excusa para no asistir, y pierde la oportunidad de compartir algo importante. O incluso después de un fracaso, la persona se siente avergonzada y se aísla, evitando buscar ayuda o hablar sobre lo que sucedió, temeroso de ser juzgado.

En terapia de aceptación y compromiso (ACT), entendemos que este intento de control emocional puede alejarse de lo que realmente nos importa. En lugar de tratar de eliminar las emociones incómodas, ACT propone una forma diferente: aprender a relacionarse de manera más abierta y flexible con estas experiencias internas.

Este enfoque comienza desde un principio importante: sentir emociones desagradables es parte de la condición humana. No hay vida significativa sin dolor. El sufrimiento, en ACT, no se ve como algo que necesita ser arreglado, sino como algo para ser bienvenido.

En lugar de conflicto con la experiencia interna, se invita a la persona a ser consciente, con curiosidad y compasión, de lo que está sintiendo. La práctica de aceptación implica reconocer la emoción, darle un nombre y permitir que esté presente sin determinar completamente el comportamiento, como para seguir un impulso. Al practicar la aceptación, damos un paso hacia la libertad de elección.

Podemos tener miedo y, sin embargo, dar una conferencia. Podemos sentirnos tristes y, sin embargo, conectarnos con alguien importante. Podemos sentirnos enojados y elegir diálogo con respeto. La emoción puede permanecer presente, pero no nos paraliza. No elimina el dolor, cambia la forma en que nos relacionamos con él. Podemos dirigir nuestro enfoque para actuar hacia lo que realmente importa, incluso frente a la incomodidad emocional.

Esta es la invitación de ACT: hacer espacio para sentir, mientras se compromete con acciones que cumplen con nuestros valores, lo que es realmente importante en nuestras vidas. Es un camino de compromiso, vitalidad y presencia en la vida que es significativo para cada uno.

Este texto es escrito por el miembro del equipo de CEFI contextus -ana Paula Domeneghini